No Estoy Sola

La luna llena flotaba sobre Castellón como una lámpara silenciosa. En el distrito abandonado de la vieja Clínica San Ramón , tres amigos —Elena, Tomás y Óscar— caminaban entre escombros y paredes descascaradas. Este sitio, antes lleno de vida, ahora era una ruina habitada por leyendas. Las historias sobre pacientes olvidados y enfermeras espectrales eran un secreto a voces en los bares de la ciudad. Sin embargo, Elena, la intrépida del grupo, nunca había creído en fantasmas. Tomás, siempre racional, pensaba que todo se reducía a sugestión. Óscar, el más joven, se aferraba a su cámara, esperando captar algo inexplicable. —Dicen que aquí se aparece la enfermera que perdió a su paciente favorito —susurró Elena, iluminando el pasillo con su móvil. —Eso son cuentos para asustar turistas —murmuró Tomás, cruzando los brazos. Pero en la oscuridad, todo parece más real. Al llegar a la antigua capilla, Elena sacó su tablet y escribió un nombre en la pantalla de su aplicación de "spirit bo...