Entradas

No Estoy Sola

Imagen
 La luna llena flotaba sobre Castellón como una lámpara silenciosa. En el distrito abandonado de la vieja Clínica San Ramón , tres amigos —Elena, Tomás y Óscar— caminaban entre escombros y paredes descascaradas. Este sitio, antes lleno de vida, ahora era una ruina habitada por leyendas. Las historias sobre pacientes olvidados y enfermeras espectrales eran un secreto a voces en los bares de la ciudad. Sin embargo, Elena, la intrépida del grupo, nunca había creído en fantasmas. Tomás, siempre racional, pensaba que todo se reducía a sugestión. Óscar, el más joven, se aferraba a su cámara, esperando captar algo inexplicable. —Dicen que aquí se aparece la enfermera que perdió a su paciente favorito —susurró Elena, iluminando el pasillo con su móvil. —Eso son cuentos para asustar turistas —murmuró Tomás, cruzando los brazos. Pero en la oscuridad, todo parece más real. Al llegar a la antigua capilla, Elena sacó su tablet y escribió un nombre en la pantalla de su aplicación de "spirit bo...

Truco o Trato

Imagen
Regresar a mi pueblo en Halloween siempre es un ritual. Aunque mi vida en Madrid es un torbellino de ruido, luces y prisas, cuando llega esta fecha, algo en mí anhela la calma, el aire fresco y la calidez de mi infancia.  Esta vez, el tren me dejó en la estación y, al bajar, el viento frío me envolvió como un viejo amigo. Respiré hondo, dejando que el aroma a tierra mojada despertara mis recuerdos. Caminé hasta la casa de mi abuela, el refugio que nunca cambia, con su puerta que cruje al abrirse y el olor a galletas de calabaza inundándolo todo. —¡Abuela! —exclamé, abrazándola con fuerza. Su piel era papel arrugado por los años, pero su sonrisa seguía siendo la misma. —Mi niña, la noche se acerca. Ayúdame a preparar la casa. No queremos que nuestros espíritus se sientan desatendidos —dijo con un guiño cómplice. La ayudé a encender una vieja lámpara con aceite de oliva, mientras las sombras crecían en los rincones. Me contó, como siempre, que en nuestro pueblo las almas perdidas ron...

El Saqueador de Tumbas

Imagen
Aquel sería su golpe más extraordinario, el que pondría fin a sus penurias. También resultaría uno de los robos más fáciles en su carrera de ladrón profesional. Ningún botín podía compararse con ese tesoro de rubíes, esmeraldas, zafiros, diamantes y monedas de oro puro. Tal vez ni las tres bolsas que llevaba, junto con su farol y las herramientas, bastarían para guardar tanta riqueza. Por primera vez daría un golpe en solitario. Sus dos secuaces se habían acobardado a último momento. No estaban con él en ese desierto cementerio, mientras limaba los barrotes frontales de la cripta, en aquella gélida noche sin luna. La maldición de la bruja los aterrorizaba. No querían cometer el sacrilegio de turbar el sagrado descanso de la mujer momificada, aseguraron. Además, corría el rumor de que el viejo mayordomo de la difunta merodeaba por aquel lugar, dispuesto a matar con tal de proteger la fortuna de su ama. —¡Una maldición! ¡Un viejo mayordomo! —Vaya par de idiotas —se dijo—. Pero mejor para...

La lápida

Imagen
    Una tarde gris, cuando el viento soplaba con un gemido constante, un desconocido entró al polvoriento taller de John Foster, tallador de lápidas. El hombre tenía la piel cenicienta, los ojos hundidos y la voz apenas un susurro. —Quiero esta —dijo, señalando una pequeña losa de mármol sin adornos. Foster, curioso, tomó su libreta. —¿Qué nombre desea que grabe? —John Foster. El lapidario parpadeó, helado. —¿Perdón? —Sí —repitió el hombre, con una ligera sonrisa que no tocó sus ojos—. John Foster. El tallista forzó una risa incómoda. —Ese... ese es mi nombre. —Lo sé —dijo el desconocido sin vacilar—. Una coincidencia, supongo. Foster tragó saliva. Sus dedos temblaban ligeramente. —¿Fecha de nacimiento? —Treinta de abril de mil ochocientos noventa y uno. Foster se quedó inmóvil, sintiendo cómo el frío le trepaba por la columna. —Esa es mi fecha de nacimiento —dijo, casi en un murmullo. —Curioso, ¿no? —dijo el hombre. Su sonrisa seguía ahí, helada, inmóvil. El tallista se armó ...

Alison.

Imagen
 Tenía muchas ganas de dormir, apenas y podía seguir viendo las letras borrosas en el computador. Detestaba con el alma que nadie se tomara la tarea de enviarme a casa tras ver mi estado, pero al parecer a los demás les daba igual ayudar a la chica que trabajaba casi por doce horas sin parar en la pequeña oficina del fondo. Aquella oficina mejor conocida como "el basurero" porque todos aquellos que no valían la pena para el señor Ramón dueño de la empresa, terminaba allá. El reloj estaba colgado en la pared dio el aviso de ser las doce de la noche, como siempre quedé la última,  termine de recoger cuando el conserje apareció, empezando a limpiar sin importar que siguiera estuviera sentada en el asiento frente al escritorio. Le importó poco pasar la escoba por sobre mis pies y el pedazo de tela con líquido desinfectante sobre la madera gastada. — ¿Le importa? —pregunté en cuanto arrojó mis cosas al suelo. Miró por encima de mí, en dirección a la puerta de salida. Un auto color...

No es la Hora

Imagen
  —Pobre chico… —susurró la madre de Warren, con ansiedad—. ¿De verdad no hay nada que podamos hacer? —Tranquila, amor —respondió su esposo, con voz cansada—. Lo único que podemos hacer ahora es esperar. El doctor está haciendo todo lo posible. —Pero debe haber algo… algo más. —No —insistió él—. Nada. Solo… espera. No pierdas la fe. Ella miró hacia la cama. Warren estaba inmóvil bajo la tienda de oxígeno. El cuerpo delgado, la piel pálida y los ojos cerrados como si durmiera. La respiración era lenta, pesada, como si cada aliento fuera una lucha. —Me parte el alma verlo así. —Susurró ella, con lágrimas en los ojos—. ¿Crees que siente dolor? —No lo sé. Pero… mírale el rostro. Parece en paz. Casi como si… sonriera. —¿Eso es buena señal, no? —Claro —dijo él, aunque su voz tembló ligeramente—. Al menos parece tranquilo. No sirve de nada angustiarnos más. —Es fácil decirlo… —dijo ella, rompiéndose—. Pero es nuestro único hijo. Si lo perdemos… si… No pudo continuar. Su voz se quebró y se...

Castillo de la Reina

Imagen
  El castillo estaba en silencio, a pesar de que apenas unas horas antes estaba lleno de invitados esperando que la reina Charlotte mirara en su dirección. Como si eso alguna vez fuera a suceder. No miró a nadie más que a sí misma. Lo único que le importa es su apariencia perfecta. Ropa perfecta. Rostro, maquillaje y peinado perfectos. Y por supuesto, todo y todos los que nos rodean deben ser iguales. Sally, la niña que deambula por el castillo a esa hora de la noche, no pertenece aquí. Su rostro pecoso, su cabello rojo brillante y sus ojos azules apagados eran, al igual que su baja estatura, inaceptables. Sujetando fuertemente los candelabros con ambas manos, Sally siguió el camino hacia el ala oeste del castillo, donde se encontraban las habitaciones de los sirvientes y, por tanto, su habitación. La mejor manera de describirlo es un "agujero de rata", pero tenía una cama vieja, un colchón que estaba roto y tenía agujeros en las sábanas raídas para que él los usara, y una ma...

El Eco de lo Perdido

Imagen
 La casa de los Palmer había sido testigo de innumerables vidas y tragedias. Nadie podría decir con certeza qué había ocurrido en aquellos muros, pero estaba claro que los ecos de su pasado nunca se habían ido. Y esa tarde, cuando Roxana dejó el lugar, algo se había movido, algo que no pertenecía al mundo de los vivos. Desde que el joven desapareció, la presencia de algo inexplicable parecía seguirla. Los días siguientes a su visita, Roxana no podía sacarse de la cabeza la imagen de aquel hombre, la tristeza en sus ojos y la inexplicable sensación de que, en algún momento, no todo había sido lo que parecía. ¿Realmente había visto al hijo del dueño? La idea de que alguien pudiera haberse hecho pasar por él la inquietaba, pero más que eso, la sensación de que algo estaba siguiendo sus pasos la aterrorizaba. Esa noche, mientras se acomodaba en su sofá, con la mente aún dando vueltas a la desconcertante visita, la puerta de su apartamento se golpeó con fuerza. Un estremecimiento rec...

Sobre mí...

Imagen
Después de la publicación de mi tercera novela Al de la Rosa. Detective de lo paranormal ,  muchos lectores me preguntaron si había tenido experiencias con el más allá o poseía algún tipo de don o talento sobrenatural; supongo que se referían a experiencias como poder hablar con fantasmas o que los objetos de mi casa se movieran.  He de aclarar que dicha novela trata mas de aventuras que de fantasmas, pero supongo que quienes me hicieron esa pregunta leyeron mi primera novela: Letargo,  que consta de veinte relatos de genero muy variado; uno de ellos, el único escrito en primera persona, habla de un fantasma:  Mi Cumpleaños.  Creo que se confundió esta historia ficticia, donde a la protagonista la visita el fantasma de su padre, con mi vida. Bueno, pues no soy yo la de la historia. Además no tengo nada en común con ese personaje, ya que ni conocí a mi abuelo, ni mi padre era motorista, ni nada por el estilo (Por cierto la historia está publicada en mi Blog: Mis ...

La Maldición de la Bruja.

Imagen
  La morada de mi abuela era una vivienda modesta, con solo tres dormitorios y un baño. El jardín en el centro de la casa era mi lugar favorito, con una fuente en el medio, rodeada de flores y pequeños insectos. Allí pasaba horas, sumida en la quietud, observando cómo las gotas de agua caían lentamente y cómo los insectos se deslizaban entre las hojas. Durante un festival municipal que mi abuela organizó, acudió todo el pueblo, y yo pasé las tardes jugando con los niños del lugar, conociendo a todos en el proceso. Mientras jugaba en el campo cerca de la casa de mi abuela, noté que una niña nos observaba desde la ventana de su habitación. Sonrió y me saludó, pero pronto desapareció. Lo que comenzó como una simple curiosidad se convirtió en algo inquietante. Durante varios días, la niña se asomaba por la ventana, observándonos en silencio. Un día, finalmente, le pregunté a un niño que jugaba cerca de la casa por qué la niña no salía a jugar con nosotros. Él me miró, desconcertado, y ...

Cazador de depredadores

Imagen
  Soy un cazador de depredadores en línea vigilante, y no puedo explicar las cosas extrañas que sucedieron anoche. Me desperté de un sobresalto en la cama mientras mi teléfono sonaba con un mensaje. —Hola, cariño. Hemos estado hablando lo suficiente, quiero conocerte ahora. Mi sangre se convirtió en hielo cuando leí el mensaje. Al igual que lo hace cada vez. Le envié un mensaje: —Hola, esta bien. Tengo muchas ganas de conocerte. ¿Dónde? Me senté en la cama y me froté los ojos para quitarme el sueño. No he dormido mucho últimamente. Realmente no he dormido mucho en el último año. Nunca me ha gustado la palabra "vigilante", pero supongo que eso es lo que eres cuando finges ser chicas preadolescentes en Internet. Hay docenas de grupos diferentes de nosotros, diseminados por todo Estados Unidos, que pasamos nuestro tiempo libre hablando y atrapando a los peores seres humanos de la tierra. El tipo de escoria que se aprovecha de los niños, tratando de obligarlos a hacer cosas horri...