El secreto de la mansión.


 La noche era una maraña de relámpagos y lluvia cuando el coche de Laura se negó a avanzar en medio de una carretera solitaria. Con el motor muerto y la oscuridad creciendo, una mansión ancestral emergió en el horizonte. Las historias de la mansión eran tan oscuras como la noche misma, pero Laura no tenía otra opción que buscar refugio allí.
Se rumoreaba que un ladrón legendario ocultó un tesoro robado en algún lugar de la mansión antes de ser capturado y ejecutado. Los rumores decían que el fantasma del ladrón todavía custodiaba su preciado botín. Pero Laura, nunca había sido del tipo que se echa atrás ante lo desconocido, y esta noche no sería diferente.

Empapada hasta los huesos, Laura cruzó los desgastados umbrales de la mansión. Las velas parpadeantes iluminaban un vestíbulo desgastado por el tiempo, donde un retrato familiar presidía la escena. Los rostros en la pintura parecían seguir a Laura con la mirada, pero fue la sonrisa maliciosa del niño lo que hizo que su piel se erizara.

Un crujido en la escalera la hizo girar. Un hombre alto y delgado descendía con elegancia, su traje negro y corbata roja destacando en la penumbra.

-¿Quién osa entrar en mi hogar en esta noche tempestuosa? -su voz era como una serpiente susurrando.

Sintiendo un escalofrío, Laura se presentó y explicó su situación. 

-Soy Laura, mi coche se ha estropeado y necesito usar su teléfono -respondió ella con nerviosismo.

-Lo siento, pero no tenemos teléfono -dijo el hombre-. Estamos incomunicados desde hace años.

-¿Cómo es posible? -preguntó Laura incrédula.

-Es una larga historia -dijo el hombre-. Pero no tiene importancia. Pase al salón, le prepararé algo de cenar. Debe de tener hambre.

Laura no sabía si fiarse de aquel extraño, pero tampoco tenía otra opción. Siguió al hombre hasta el salón, donde había una chimenea encendida y un sofá de terciopelo. El hombre le indicó que se sentara y fue a la cocina.

Laura aprovechó para mirar a su alrededor. Había muchos libros en las estanterías, algunos muy antiguos y polvorientos. También había objetos curiosos: sus ojos se posaron en una brújula que apuntaba en direcciones imposibles, una lupa que revelaba letras ocultas y un mapa manchado por el tiempo con cruces rojas en lugares desconocidos. Laura se acercó al mapa y vio que estaba marcado con unas cruces rojas. Parecía un mapa del tesoro. El aire se volvió denso como si estuviera lleno de secretos no revelados y el crepitar de la chimenea no la ayudaba a calmar los nervios que sentía. Como si algo malo estuviese a punto de suceder.

El grito del hombre resonó desde la cocina, y Laura corrió hacia allí para encontrarlo en el suelo con un cuchillo ensangrentado en su pecho. Mientras absorbía el horror de la escena, la realidad golpeó a Laura. La mansión era un nido de secretos mortales. Su mente giraba en busca de respuestas, pero antes de que pudiera reaccionar, escuchó pasos que se acercaban rápidamente. Se deslizó rápidamente detrás de las cortinas. Desde su escondite, observó cómo dos figuras ominosas entraban a la estancia. La primera era un hombre alto, de hombros anchos, vestido con un abrigo oscuro que ondeaba en su camino. Su rostro estaba parcialmente oculto bajo el ala de un sombrero, pero sus ojos parecían penetrar la oscuridad con una mirada fría y calculadora. La segunda figura era más pequeña y ágil, llevaba un pañuelo oscuro cubriendo su boca y nariz, y sus ojos brillaban con malicia.

Los dos hombres se detuvieron en el centro de la cocina, hablando en voz baja pero tensa.

- Debemos asegurarnos de que nadie descubra lo que realmente esconde esta mansión - susurró el hombre alto.

 -Sí -asintió el otro hombre-, y esa intrusa no puede salir con vida.

Laura contenía la respiración mientras escuchaba sus palabras, pero a pesar del miedo que sentía, sus pensamientos se aceleraban y procesaban el peligro inminente en busca de una solución. ¿Quién eran estos hombres y qué oscuro secreto compartían? La adrenalina recorría sus venas mientras luchaba por mantenerse oculta, consciente de que cualquier movimiento en falso podría exponerla y terminar como el hombre de la corbata roja.

Aprovechando un momento de distracción, Laura se deslizó fuera de la cocina y tomó el mapa. Cada cruz roja marcaba un punto que parecía indicar la ubicación de algo valioso. Sin embargo, mientras estudiaba el mapa con concentración, un sonido sutil la hizo saber que los dos hombres la perseguían. El corazón de Laura latía desbocado, consciente de que el tiempo se agotaba, decidió que no podía permitirse ser atrapada. Con movimientos rápidos y sigilosos, Laura se deslizó por los pasillos oscuros, evitando los crujidos que podían traicionar su posición. Los pasos de los hombres resonaban detrás de ella, cada vez más cercanos y llenos de determinación. Laura apretó el mapa en su mano con sus pensamientos centrados en las cruces rojas y en la verdad que podrían revelar.

Se abrió una puerta a lo lejos, y Laura se deslizó dentro de una habitación empolvada. La puerta se cerró justo a tiempo para evitar que los hombres la vieran entrar. Con el corazón latiendo en su pecho, Laura observó a través de una rendija en la puerta que los hombres pasaban por el pasillo, buscándola con ojos afilados.

Después de un momento eterno, el sonido de sus pasos se desvaneció. Laura suspiró aliviada, pero sabía que no podía quedarse quieta por mucho tiempo. Volvió su atención al mapa en su mano y se dio cuenta de que la siguiente cruz roja señalaba una habitación en el piso superior. Con determinación renovada, Laura sabía que enfrentaría más peligros y desafíos mientras buscaba desentrañar el secreto del tesoro y escapar de las garras de los hombres que la perseguían. Subió las escaleras con cautela, pero con el corazón latiendo frenéticamente a causa del miedo. A medida que avanzaba por los pasillos oscuros y polvorientos, el ambiente parecía cerrarse en torno a ella, llenándose de susurros inquietantes que resonaban en su mente.

Finalmente, llegó a la habitación marcada en el mapa. La puerta crujió al abrirse, revelando una estancia empapada en sombras. El resplandor de una única vela destapó un objeto en el centro de la habitación: un cofre antiguo adornado con intrincados diseños. Laura sintió que su corazón se aceleraba aún más al darse cuenta de que estaba a punto de descubrir el tesoro que el ladrón legendario había escondido hace tanto tiempo.

Con manos temblorosas, abrió el cofre y reveló una colección de joyas y reliquias deslumbrantes. Pero justo cuando su mirada se posó en el botín, las sombras cobraron vida a su alrededor. Los dos hombres emergieron de la oscuridad, sus ojos llenos de avaricia y malicia.

- Es nuestro, pequeña intrusa - gruñó el hombre de la corbata roja que se suponía muerto.

Laura retrocedió, mientras su mente trabajaba a toda velocidad mientras buscaba una salida. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, una figura etérea se materializó entre ella y los hombres. Era el fantasma del ladrón legendario, una figura translúcida envuelta en sombras y mirando con ojos penetrantes.

- Nadie tocará mi tesoro -, susurró el fantasma con voz de ultratumba.

Con un grito de furia, el hombre de la corbata roja sacó un cuchillo, la hoja brillando a la luz de la vela. Sus movimientos eran rápidos y precisos, como un depredador acechando a su presa. El fantasma parecía moverse con una gracia que desafiaba la realidad, esquivando los ataques con un movimiento etéreo mientras sus ojos ardían con una intensidad sobrenatural.

El otro hombre, con su pañuelo oscuro aún cubriendo su rostro, se unió a la lucha con una ferocidad salvaje. Lanzó cuchilladas rápidas y certeras, buscando debilidades en la defensa del fantasma. Pero cada ataque parecía encontrar una resistencia incomprensible, como si el espectro estuviera conectado con el tejido mismo del misterio y la magia que envolvían la mansión.

 El fantasma extendió una mano pálida y el aire a su alrededor se retorció y oscureció, alzó la voz en un lamento que parecía venir de ultratumba y las sombras se cerraron sobre los hombres con una intensidad ominosa. La habitación parecía encogerse y estirarse a medida que los hombres eran absorbidos por el vórtice de oscuridad. Laura observaba con asombro y temor mientras los hombres luchaban en vano por escapar de la influencia del fantasma. Los colores parecían desvanecerse, reemplazados por tonos oscuros y distorsionados Los ojos de los hombres se abrieron de par en par mientras eran arrastrados hacia el centro de una espiral de sombras. La habitación temblaba y el suelo parecía moverse. Gritos ahogados resonaron antes de que los hombres desaparecieran por completo, consumidos por las sombras en una agonía insondable.

La habitación quedó en silencio y tanto las sombras como el fantasma se desvanecieron lentamente en la nada dejando atrás un eco de misterio y oscuridad. Laura permaneció allí, sintiendo que el peso del secreto de la mansión la rodeaba. Con un último vistazo a la habitación, giró sobre sus talones y salió de la mansión. El sol del nuevo día iluminaba el horizonte, disipando la oscuridad de la noche. Laura sabía que esta experiencia cambiaría su vida para siempre, y mientras se alejaba, sintió que había cruzado los límites entre el mundo de los vivos y el mundo de lo desconocido. Laura sonrió, sabiendo que había vivido una aventura que superaba sus más salvajes imaginaciones. Con un último vistazo a la mansión que ahora descansaba en silencio, se alejó con la certeza de que nunca olvidaría la noche en que desentrañó el secreto de la mansión.












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