ACUSADA. (Hombres, Mujeres, Monstruos, y Viceversa)
Ana se encontraba en el estrado siendo observada por los ojos del fiscal; su acusador. Tan negros que le causaban escalofríos, la juzgaban, y mataban. Buscó una explicación lógica de los hechos por los que estaba allí sentada pero no la encontró.
— No fui yo...—era lo único que había dicho en su defensa, y lo que repetía una y otra vez por no tener evidencia de demostrar su inocencia.
— Entonces explícanoslo mejor —dijo el fiscal con implícita ironía—. Ayúdanos a entender porque estabas allí de pie llena de sangre con todos esos cuerpos desmembrados a tu alrededor.—Se giró y miró a los presentes, los cuales miraban a Ana esperando una respuesta, una respuesta que no tenía.
— Objeción, mi señoría. Mi cliente no está en condiciones de responder. Todavía presenta la amnesia post-traumática. — Replicó su abogado levantándose de golpe de su asiento.
— La acusada podría tener un cómplice —contestó agresivo el fiscal—, y por eso sus huellas no estaban en los cadáveres. Además...
Hizo una pausa para enfatizar sus palabras y señalándola con el dedo añadió:
— Ella posee un fuerte motivo para ejecutar el asesinato.
— Objeción denegada —afirmó el juez—, Y usted abogado siéntese. ¡Prosiga!—le ordenó al fiscal.
El abogado se sentó con ímpetu y el fiscal continuó con su interrogatorio.
— Te preguntaba ¿Por qué estabas allí? Usted intentó ayudarlos, algo que; lógicamente no logró. Lo digo por el estado en que quedaron los cuerpos. Sin embargo, revisando su declaración, indicó que allí había alguien más. ¿Cómo era esa persona? ¿Puede describirla? Si es que …estaba allí, claro.
— Claro que estaba...—replicó nerviosa.
Entonces relató que la vio de espaldas y su cabello era largo y ondulado. Su piel era pálida, y sus manos estaban cubiertas de sangre. Esa persona estaba allí, de pie, en medio del gran charco de sangre, pero en las fotografías expuestas en la sala; en se mismo charco no habían huellas, así que...¿Cómo la iban a creer?
— ¡Entonces usted vio a un fantasma! —dijo el fiscal irónico.—¡Mire!
Y señaló una fotografía pinchada en el tablón de la acusación donde aparecía el charco de sangre. Después caminó hacia su mesa, tomó un sobre, y se acercó a Ana vaciando el contenido del mismo. Eran las fotografías de los cadáveres. Las formas de los huesos sobresalían de sus cuerpos desgarrados y cubiertos de sangre. Tomó dos fotografías y se paseo por la sala mostrándoselas al jurado, los cuales se tapaban la boca o cerraban los ojos asqueados al ver las imágenes tan de cerca.
— ¿Cómo sucedió esta carnicería? Y a usted...—le preguntó a Ana cuando volvió a estar frente a ella—…Ana...,¿no le ocurrió nada?
Ana enmudeció.
— ¡Tú los mataste!
— ¡No! —gritó golpeando la mesa y poniéndose de pie —¡Yo nol maté!
— Señorita, tome asiento y compórtese —anunció el juez golpeando el estrado con su mazo para callar los murmullos de la sala.
Los guardias que estaban tras Ana no esperaron a que se sentara por su propia cuenta, si no que empujándola de los hombros la obligaron ha hacerlo.
— Eso es todo su señoría .— culminó el fiscal.
— No lo recuerdo... — Intentó defenderse ante las miradas acusadoras de toda la audiencia que murmuraban juzgándola por un crimen que no había cometido.
Estaba segura que no había salvación para ella, aún cuando era inocente. Por que aquel hombre que estaba en las fotografías desmembrado y desangrado junto con su mujer y el resto de sus empleados era el causante de el asesinato de su hermana . Ana, su hermana gemela, había sido engañada, traicionada, y asesinada por aquellas personas.
— ¡No es justo!—sollozó desconsolada.
De repente las luces del salón empezaron a parpadear hasta que una a una fueron apagándose. Un grito espeluznante se escuchó junto con un fuerte golpe. Los gritos se escucharon una y otra vez resonando de un lugar a otro. Ana cerró los ojos y se tapó los oídos con las palmas de las manos para no escuchar esos sonidos que le recordaban a lo que pasó aquel día: un grito, un cuerpo volando, como el tráiler de una película los recuerdos regresaron a su mente acribillándola si control. Presionó mas fuerte sus manos contra sus oídos.
Solo pasaron unos segundos cuando sintió que los guardias la soltaban y los gritos pasaron a ser mas terroríficos. Abrió los ojos y vio la sala encharcada de sangre. Los guardias miraban los cadáveres espantados. Sobre el estrado el fiscal yacía desmembrado ante los atónitos ojos del juez. Una mujer rubia perteneciente al jurado se puso en pie a causa de un ataque de pánico y señaló a Ana con el dedo mientras la insultaba y la acusaba.
— ¡Qué está diciendo? —Intervino el abogado. Aunque temblaba de miedo intentó guardar la compostura. — Mi clienta sigue con las manos esposadas y hasta hace un minuto los guardias la sostenían. El miedo y el horror hizo que todos los que no se desmayaron se levantaran hacía la salida. Pero la puerta no se podía abrir. El juez que se olvidó totalmente de Ana y de que era juez se orinó en los pantalones. Entonces fue cuando Ana la vio, caminaba entre los presentes pero nadie notaba su presencia, se dirigía hacia la rubia que ahora estaba en estado catatónico. Se quedó detrás de ella, miró a Ana, le guiñó un ojo y las luces comenzaron a parpadear de nuevo.
Puedes leer la primera parte de este relato aquí: Secretos del Alma. (Relatos): EL ASESINATO DE MI HERMANA

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