UNA TRAVESURA DE NIÑOS. (Mis Queridos Fantasmas)
Mi nombre es Nicky, tengo 8 años, y mi hermano Math tenía 9. Él y yo éramos unos niños traviesos, pero nos llevábamos bien. Nuestra madre nos recompensaba todos los días con torta de naranja después de jugar al fútbol. Sin embargo, un día cometí un error que nunca olvidaré, un error que le costó la vida a mi hermano.
Un día, mientras mamá cocinaba, quise hacer una travesura. Agarré un polvo que mamá tenía y lo eché en la torta que estaba preparando. Quería cambiarle el sabor a la torta y reí a carcajadas por mi ingeniosa travesura.
Luego fuimos a jugar fútbol con mi hermano. Pasó una hora y mamá nos llamó, diciendo: "Chicos, ¡la torta está lista, vengan!"
Mientras me demoraba en el baño, esperando que mi hermano comiera primero la torta "especial", me reía pensando en lo gracioso que sería su rostro al probarla. Si nos negábamos a comer, mamá nos castigaba, así que aproveché la oportunidad. Cuando finalmente salí, encontré a mi hermano quejándose de dolor de estómago. Me reí y bromeé diciendo que seguro se le había soltado el estómago.
Sin embargo, su queja se convirtió en llanto y dolor. Me preocupé y noté que mamá también sentía malestar. Decidimos ir al hospital. Pero para Math, fue demasiado tarde. Murió en el camino, retorciéndose de dolor. Mamá casi murió también, por poco lograron salvarla. Mi travesura solo había sido eso, una travesura, pero mi hermano estaba muerto.
Me sentí como el peor de los monstruos. Cuando la policía llegó y acusó a mamá de intentar envenenarnos, ella no se defendió. Estaba destrozada por la muerte de Math, y sentía que había sido su descuido lo que había causado su muerte. La llevaron a la cárcel.
Solo quedamos papá y yo en casa. Papá estaba tan deprimido que apenas me dirigía la palabra. Pero las noches se volvieron extrañas. Sentía pasos y escuchaba voces. Creí reconocer los pasos de Math y sus zapatos azules favoritos. Intenté decirle a papá, pero él no me creía.
Una noche, mientras dormía, oí a alguien decir: "Nicky, Nicky". Era la voz de Math, igual que siempre. Me decía que no le tuviera miedo, que era él. Me asusté y me tapé con la colcha, pero la voz seguía. Decía que le dijera a todos la verdad, que mamá no era culpable. La voz se volvió aterradora y amenazante, pero desapareció.
Los días siguientes, lo veía. En la escuela, en casa, en todas partes. Me decía que dijera la verdad. Comencé a oler mal y los demás se alejaban de mí. Un amigo me dijo que olía a muerte. Math me seguía atormentando, tiraba cosas, robaba y me culpaba. Intenté decir la verdad a la policía, pero se rieron de mí.
Entonces, Math apareció de nuevo, exigiendo que mamá saliera de la cárcel. Finalmente, me harté y fui a la policía, pero no me creyeron. Esa tarde, llamaron de la cárcel, mamá se había suicidado. Grité que no fui yo, pero nadie escuchó.
Desde ese día hasta ahora, Math me atormenta. No me deja en paz, siempre presente, recordándome que no hablé, que su muerte fue mi culpa.
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