Enamorado de un fantasma.

 


No suelo contar esta historia muy a menudo, solo en las noches de bares, cuando el whisky se sube a mi cabeza y los tragos mueven mi lengua dejando salir hasta el último de mis pensamientos más errantes. Pero hace poco, en una noche de luna llena, mientras paseaba al viejo Melquiades (mi perro) volví a ver a aquel hombre parado en la ventana de su casa, fumando un cigarrillo. Y uno de estos pensamientos errantes me llevó a querer escribir sobre él; la incertidumbre y el pesar que me desborda su absoluta soledad.

Si me preguntan, no lo conozco, solo sé su historia por un amigo, que la escucho de un amigo, que un amigo suyo le contó, pero supongo que es una historia merecedora de contar.

Me encontraba en una de mis noches de tragos, el whisky y el tabaco sobraban; mientras bebíamos, un hombre de aspecto un tanto abandonado, pero con una cierta elegancia poco describible se sentó un par de mesas frente a nosotros, tan solitario que su presencia no pasó desapercibida para mí, que me cuesta enormemente no percibir la soledad en las personas. Me detuve un momento a detallar su mirada un tanto ida (quizás en pensamientos, quizás en el vacío), preguntándome ¿Quién era ese hombre de presencia tan melancólica? el aire era frio, caía una leve llovizna, el hombre llevaba ropa de pana de un color  café muy viejo, y unos zapatos negros. Vislumbraba vejez, pero si pudiera ponerle una edad, diría que tenía alrededor de 33 años; su rostro apenas si se veía por la poca iluminación, solo diré que era atractivo, no obstante el aura que lo rodeaba lo hacía una persona repelente.

Después de un rato de mirarlo sin pestañear, los ahí presentes notaron mi curiosidad. 

-¿Sucede algo?- preguntó uno de ellos; solo me limité a negar con la cabeza -¿Seguro? porque llevas un buen rato observando a ese tipo.

-Solo me causa un poco de intriga.

-¿El viejo señor Anderson? Vive a unas cuadras de aquí, por el parque, el tipo es un ermitaño, apenas sale de su casa. Escuche a un amigo, que le contó un amigo una historia sobre él, demasiado loca para ser real.

-¿Y cual es esa historia?

-Dicen que se enamoró, de un amor tan imposible, que lo volvió loco.

-Los amores pueden volver loco a cualquiera -dije sonriente mientras terminaba mi copa de whisky.

-Pero no se enamoró de cualquier mujer, sino de una muerta.

Lo miré incrédulo con una leve mueca de sonrisa, creía que me estaba engañando, todos los ahí presentes lo creímos, pero más tarde que temprano, empezó a contar la historia que le contó su amigo, que le contó un amigo...

Fue hace unos años, a pesar de lo que parecía ahora, antaño tenía una elegancia que resaltaba; se vestía con trajes caros y a la medida, zapatos lustrados y siempre iba limpio y bien afeitado. Vivía en la zona suburbana al oriente, donde los grandes ejecutivos tienen sus casas lujosas y autos deportivos. Un día, conduciendo por el parque, vio una vieja casa que lo atrajo como miel a las abejas, o la mierda a las moscas; al pasar, sintió un deseo inefable de tenerla, de vivir ahí, quizás por la historia que alberga, quizás por el simple hecho de un cambio, nadie sabe, ni siquiera él, solo se sabe que más tarde que temprano termino comprando aquella casa de dos plantas, ventanas grandes, fachada oscura y envejecida, techo maltrecho y hierba y arbustos altos.

Antes de vivir en ella, mandó a podar los arbustos y la hierba, arreglar la fachada y el techo, cambiar muebles, pero conservando el aspecto antiguo que le da un toque poco convencional y llamativo. Al vivir en ella, su vida no cambió mucho, solía pararse sobre la ventana del segundo piso con una leve luz amarilla encendida al fondo y una bata roja que cubría su cuerpo, sosteniendo un cigarro a su diestra y un whisky a su siniestra.

El amigo, del amigo, de mi amigo, solía contar esta parte de la historia como el señor Anderson solía contarla por respeto a su amigo, y al amigo de su amigo que le contó tal cual, y así mismo me la contaron a mi, procederé a contarla tal cual fue contada.


Sr Anderson

Las primeras noches en mi nueva casa fueron tan mágicas como espere que lo fueran, las luces amarillentas de las lámparas, las paredes con un tapizado viejo, el olor de la lluvia que se entraba por las amplias ventanas me daban aquello que esperaba encontrar desde que vi que habían puesto la casa en venta.

Quizás fue el cansancio, la monotonía, los excesos, o quizás ninguno de estos, sino una razón que desconozco lo que me hizo querer comprarla, sabía en el fondo que el cambio de aire me haría bien; pasar de una vida excéntrica, a algo más apacible.

Me gustaba recorrer la casa, pasar tiempo en sus cuartos. Una noche dormía en el cuarto principal, pero en otras noches prefería dormir en otro, así durante el primer mes, me fui intercalando de cuarto en cuarto hasta que simplemente me canse y solo dormía en mi cuarto, sobre mi enorme cama matrimonial, con mis sábanas de seda. Después de un tiempo, empecé a sentir una extraña sensación en mi pecho, no muy clara, que no me dejaba dormir; así que empecé a caminar por la casa por las noches con una bata roja que cubría mi cuerpo desnudo porque así era como me gustaba dormir. Me asomaba por la ventana a ver a los hombres nocturnos deambular por el parque, algunos borrachos, otros raramente sospechosos; me gustaba imaginar sus vidas, a dónde iban, que hacían, y en una de esos viajes fuera de mi realidad, tuve una leve pero concreta epifanía: aquello que me impedía el sueño y me tenía en esta interminable fiebre de insomnio era la soledad, la cual, después de esta revelación, se convirtió gradualmente en una melancolía que me prolongaba el insomnio y me quitaba las ganas de vivir.

Siempre fui un hombre rico, mi padre había levantado una empresa automotriz y había amasado una considerable fortuna, la cual fue repartida entre mis dos hermanos y yo en el momento de su muerte. Fue algo gratificante recibir tal dinero, pero para mi, su mejor herencia fueron sus enseñanzas, puesto que me había vuelto un tiburón para los negocios, y al momento de adquirir la propiedad, tenía mi dinero en fondos y acciones que me generaban una economía estable por el resto de mi vida. ¿Les parece conveniente?

Pasaba los días durmiendo y las noches bebiendo desde la ventana, sumido en mis pensamientos y mi imaginación. Una noche, mientras veía a una pareja caminar paulatinos por el parque, besandose despues de dar de dos a tres pasos, me quede sin whisky, así que dejé de verlos para tomar una botella del bar; tome una botella de whisky irlandes y la lleve conmigo a la ventana a seguir observando extraños. Mientras avanzaba, note en la sala de estar una figura palida, con un cabello negro que llegaba hasta su sona toraxica media, una especie de vestido trasparentoso que permitia vislumbrar un perfecto cuerpo femenino, de quizas un metro setenta de alta; me quede congelado mientras la veia, estaba de espaldas a mi, y sin atisvarlo, se dio media vuelta para percatarse que la veia casi sin pestañear. no pareció asustarse; al verme, bajo la mirada y en pasos suaves que la hacían parecer que levitase, se fue de la sala de estar a la biblioteca. Estaba tan paralizado que no pensé en seguirla, no fue sino unos quince minutos después, cuando por fin mi cuerpo reaccionó que caminé lentamente a la biblioteca para ver si estaba ahí, para mi grata satisfacción, no lo estaba, me fui a acostar después de eso -no mas whisky por hoy-. Pensé.

En la cama, pensaba en lo que vi, y si no fue producto de mi imaginación ya volátil. No podía dejar de pensar en aquella visión, pero lo que mas me sorprendió, es que después de un rato, no deje de pensar en su rostro: era de pálido semblante, con unos labios delgados y finos, una nariz respingada, un rostro de diamante, cejas negras como el color de su cabello y mirada perdida con ojos color negro.

Pasaron días antes de volverla a ver, al principio me daba miedo incluso pararme de nuevo en aquella ventana. Después de un tiempo, la intriga y la curiosidad me hacían buscarla por la casa, cuartos, biblioteca, comedor y sala de estar, pero no la veía nunca (el único lugar en el cual no me atreví a buscar fue el sótano). Hasta que una noche, ofuscado y tomado por el insomnio, me pare de nuevo en aquella ventana a ver a las personas pasar, y una presencia fría erizo cada bello de mi cuerpo; desde mi mirada periférica la vi parada a mi costado izquierdo, y cuando voltee mi rostro, ella volteo el suyo, y en un susurro me dijo,

-¿Que tanto observas por las noches?- congelado de la impresión, no respondí, y antes de que pudiera hablar, se marchó de nuevo a la biblioteca donde, al asomarme, desapareció.

A la mañana siguiente, quise investigar un poco el pasado de esta casa, pero por mas que busque, por mas que llame, por mas que investigue, no había ningún dato sobre la mujer que había visto, una completa extraña para todos aquellos que vivieron aquí, nadie mas que yo la había visto, algunos me recomendaron un psicólogo de confianza, lo que me hizo dudar de mi cordura; no obstante, deje de investigar y simplemente me dedique a observar.

No tuve que esperar demasiado, un par de noches después, mientras bebía un vaso de whisky frente a la ventana, sentí su presencia helada y frágilmente me hizo la misma pregunta.

-¿Qué tanto observas cada noche?- respire hondo, y con una voz un poco quebrada respondí 

-Las personas que pasan -respondí con voz quebrada.

-¿Y por que las observas?- pregunto, simplemente.

- No sé, por aburrimiento… o por soledad.

- ¿También estás solo?- no me dio tiempo de responder, en cuanto gire y vi sus ojos y ella vio los míos, giró su cuerpo y caminó hasta la biblioteca, donde posteriormente la seguí, pero al llegar ya se había ido.

La noche siguiente, mientras estaba parado frente a la ventana, de nuevo se paró a mi lado, sin perder tiempo le dije.

- Si, también estoy solo. 

-Pensé que los vivos no se sentían solos. 

-Es triste si la muerte es igual de solitaria que la vida -respondí, evitaba ver sus ojos, había entendido que quizás no le gustaba y quería aprovechar su presencia, quería disfrutar su compañía. 

-No recuerdo la vida, no recuerdo demasiadas cosas. 

-¿Y que recuerdas?

- A ti, parado frente a esta ventana cada noche… me hacía sentir… intrigada. 

Asombrado por su respuesta, guardé silencio unos segundos y me di cuenta que mi corazón palpitaba demasiado rápido, que mi mente divagaba y tenía un deseo inefable de verla a los ojos.

-¿No te gusta que te miren  a los ojos?- pregunte sin titubeos.

- No, no me gusta… pero en este momento… quisiera poder ver a los tuyos. 

Me sorprendió su respuesta y paulatinamente gire mi mirada buscando la suya, no quería asustarla, y al verla a los ojos, me di cuenta que ella ya me estaba observando fijamente. Su mirada me atrapaba, permanecí en silencio un buen rato, y cuando quise decir palabra alguna, susurro.

- Me gusta tu presencia, hace que no me sienta… sola. 

- Siento lo mismo -respondí sorprendido. 

Las noches pasaron y poco a poco se desenvolvió una relación tan extraña como imposible, le contaba las historias que imaginaba con cada persona que pasaba; una noche en particular un hombre se paró frente a mi ventana, parecía que paseaba a su perro, me miró y yo a él, y me pregunté si también podía verla; después de un instante siguió su camino, y yo procedí a contarle a ella todo lo que imaginaba de su vida. 

Después de un tiempo, verla no era suficiente para mi, y mi mente anhelaba el tacto de su cuerpo, así que una noche, mientras hablábamos, la mire a los ojos y le pregunté si podía tocarla, ella extendió su mano y tomó la mía, su tacto era frío, como el de un cadáver, pero en mi pecho se sentía cálido; levante mi mano para palpar levemente su rostro, tan frío como sus manos, y mientras lo sostenía ella susurro tan leve casi imperceptible por el oído humano. 

- Te amo -y mi corazón lo sintió de inmediato.

- Yo también te amo- respondí. Quise besarla, así que pregunte si podía hacerlo, al recibir una respuesta afirmativa, extendí mi rostro hacia sus labios y lentamente le di un pequeño beso en sus pálidos, delgados y lindos labios; sentí que mi cuerpo se elevaba, mi mente se vio en blanco, y mientras se marchaba, me dejo en un estado de levitación que duró unos cuantos minutos antes de sentirme solo de nuevo. 

‍​‌‌​​‌‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​​‌‌​‌​‌​​​‌​Después de aquella noche, poco a poco fuimos desenvolviendo nuestras mentes y nuestros cuerpos, fuimos fluyendo como dos ríos que se encontraban y seguían su camino hacia el mar, y ya no solo pasábamos tiempo en la ventana, sino que caminábamos por toda la casa y nos besamos en cada cuarto. Quien se asomara por la ventana a observar, verían dos espectros que deambulaban por una casa abandonada. Cómo han de imaginarse, después de un tiempo los besos no fueron suficientes, pero no imagine que podría hacer el amor con ella; después de todo, era un fantasma errante; ni siquiera me cuestione en un principio como podía palparla, pero cuando pensé si podría hacerle el amor, mi mente se llenó de tantas preguntas que jamás tendrán respuestas; no obstante una noche, mientras nos besábamos en el cuarto principal, recostados en la cama, simplemente empecé a tocar todo su cuerpo frío y suave con la yema de mis dedos, y recorrí su abdomen cubierto por aquel vestido con mis labios hasta llegar a su pelvis donde soltó un pequeño gemido. No dude en si podría o no hacerlo, solo me deje llevar y levante su vestido por encima de su cintura para después quitarme la bata y abrazarla fuertemente mientras tomaba mi miembro con la mano derecha en búsqueda de su tan anhelada vajina ¡la encontré! y empuje mi cadera hacia adelante y hacia atrás paulatinamente mientras la escuchaba gemir de placer y se mordía el labio inferior mirando al techo totalmente ida por la lujuria; y créanme que en ese momento me surgieron las mismas preguntas que le podrían surgirle a cualquiera que escuche esta historia, pero simplemente apague mi mente y me deje llevar por el amor que se consumaba. Su piel fría calentaba mi cuerpo, su vientre se sentía como una nube de ectoplasma que apretaba mi miembro con fuerza y me generaba el placer más grande que he sentido en mi vida; empecé a sentir que nos elevamos… que flotaban nuestros cuerpos en medio de aquel cuarto; que mientras más movía mis caderas, mas gemía ella y más alto llegábamos y finalmente, en un último gemido donde me apretó con un fuerte abrazo, llegamos al punto del orgasmo al mismo tiempo y lentamente fuimos cayendo a la cama como una nube que desciende del cielo. Hasta ese momento, por más palabras que dijera, nunca había visto una expresión en su rostro, pero al terminar, me miro a los ojos y susurro "te amo" mientras sonreía levemente y me di cuenta que esa noche se había sentido viva. Y yo… me había sentido amado.  

Los días pasaban, y poco a poco nos íbamos volviendo más íntimos, yo me sentía un fantasma al lado suyo, y ella una persona. El amor nos envolvía cada noche y el placer nos hacía volar, la amaba como a nadie; pero una noche… una maldita noche, simplemente desapareció. aquella noche me paré frente a la ventana como de costumbre esperando que ella se apareciera a mi lado, pero no lo hizo; después de un rato, empecé a buscarla por los rincones de la casa, por la biblioteca, por el bar, las habitaciones, el baño, y hasta el sótano, pero no la encontré. La noche siguiente fue igual, y la siguiente, y la siguiente. Después de eso; no hallaba paz, la extrañaba demasiado para dormir, y pasaba mis días en vela; lloraba en los cuartos donde consumamos nuestro amor y gritaba su nombre a los cuatro vientos, el cual, en una noche acurrucados le pregunté con atrevimiento, y en un susurro me dijo -Ellen… Me llamo Ellen-.

Hasta que finalmente, en una noche de soledad absoluta, tome una soga y la até al dintel de mi cuarto, pensé que si no la encontraba en vida, seguro la hallaría en la muerte; sin pensarlo dos veces, rodee mi cuello con la soga y me deje caer a un vacío infinito, donde permanecí colgado por un minuto o más, hasta que por extrañas razones, la soga simplemente se rompió. Llore inconsolablemente mientras gritaba preguntándome ¿¡por que me abandonaste Ellen!? Y al no hallar una respuesta, mi corazón se sintió abatido y roto, resignado a una eterna soledad en vida y después de ella y en un estado de derrota, acepte lo sucedido y la deje ir. 

Cuando mi amigo terminó de contar aquella historia, ya el señor Anderson se había marchado; no lo reconocí en primera instancia, pero mientras más escuchaba sobre él, más lo recordaba parado en aquella ventana. Me sentí intranquilo, incrédulo (lo creí loco) y eso me hacía sentir un pesar por su persona tan solitaria. Al parecer, el amigo, del amigo de mi amigo era su psicólogo, parece que el señor Anderson busco ayuda profesional después de un tiempo, y eso lo había ayudado a salir de aquella situación tan tétrica, y aunque el psicólogo había roto el pacto médico-paciente, simplemente es una historia digna de contar.

Terminada la noche camine por el parque de vuelta a casa, pensando en si lo vería parado frente a esa ventana observándome fijamente imaginando que soy un violador o el heredero al trono de Inglaterra, pero al pararme frente a aquella casa, no lo vi, pero me quede perplejo al ver una figura blanca de aspecto pálido y cabello negro caminar lentamente hacia la ventana hasta quedar completamente quieta mirándome desde arriba; quede paralizado sin poder creer lo que veía, y al parpadear desapareció, y al parpadear repetidas veces incrédulo, apareció frente a mi, era increíblemente bella, y susurro, "¿Que tanto observas?"

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