El Eco de lo Perdido
La casa de los Palmer había sido testigo de innumerables vidas y tragedias. Nadie podría decir con certeza qué había ocurrido en aquellos muros, pero estaba claro que los ecos de su pasado nunca se habían ido. Y esa tarde, cuando Roxana dejó el lugar, algo se había movido, algo que no pertenecía al mundo de los vivos.
Desde que el joven desapareció, la presencia de algo inexplicable parecía seguirla. Los días siguientes a su visita, Roxana no podía sacarse de la cabeza la imagen de aquel hombre, la tristeza en sus ojos y la inexplicable sensación de que, en algún momento, no todo había sido lo que parecía. ¿Realmente había visto al hijo del dueño? La idea de que alguien pudiera haberse hecho pasar por él la inquietaba, pero más que eso, la sensación de que algo estaba siguiendo sus pasos la aterrorizaba.
Esa noche, mientras se acomodaba en su sofá, con la mente aún dando vueltas a la desconcertante visita, la puerta de su apartamento se golpeó con fuerza. Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Nadie debería estar allí. Se acercó con cautela, tomando el teléfono móvil en su mano, y cuando miró a través de la mirilla, vio una figura, un hombre alto, con una chaqueta oscura. El corazón de Roxana comenzó a latir rápidamente, el frío sudor recorriendo su espalda.
Al abrir la puerta, no pudo evitar un suspiro de alivio al ver que era el hombre de la inmobiliaria, quien la había acompañado hasta la casa ese mismo día. Su rostro mostraba una mezcla de angustia y frustración.
—Disculpe, señorita Roxana —dijo con una voz tensa—, necesitamos hablar. He revisado más documentos, y hay algo que no está bien con esa propiedad. ¿Puedo pasar?
Roxana asintió, sin palabras, abriéndole la puerta mientras una sensación de alarma le recorría el cuerpo. El hombre pasó dentro, su postura rígida como si estuviera temeroso de lo que pudiera encontrar.
—El asunto es grave —dijo, dirigiéndose directamente al sofá donde se sentó con prisa. —Acabo de recibir una llamada, y... no sé cómo explicarlo. Después de que nos despedimos, me quedé pensando en algo que no había notado antes. El hijo del dueño... No era mi hijo. No podía ser.
El pánico creció en Roxana. Su mente comenzó a ordenar los eventos en su cabeza, buscando respuestas a algo que se desmoronaba bajo su piel. Sin embargo, cuando intentó hablar, su voz se quedó atorada.
—No es lo que usted cree —continuó él, de manera entrecortada—. Ese joven... es un espejismo, un reflejo de lo que fue, de lo que quedó atrás. Después del accidente, algo en esa casa cambió, algo oscuro que ni siquiera yo puedo comprender.
El aire en la habitación parecía volverse denso, como si algo invisible estuviera rodeándolos. Roxana no podía evitar sentir que algo estaba mal, profundamente mal.
—¿Qué significa eso? —preguntó con la voz quebrada.
El hombre la miró a los ojos, su rostro serio, y sus palabras fueron lentas, cargadas de un significado que Roxana aún no lograba procesar.
—Mi hijo y su esposa murieron en ese accidente. Lo que viste en la casa no era él. No sé qué entidad o espíritu se encuentra en esa propiedad, pero no es humano. Ni lo era cuando te mostró la casa. Lo que tienes que entender, Roxana, es que nadie que entra allí sale entero. Quedan atrapados en una especie de... en un limbo entre los vivos y los muertos.
El silencio llenó el espacio entre ellos, y Roxana sintió una ola de desesperación invadir su pecho.
—¿Y el ático? ¿Los muebles? —preguntó, mientras la desesperación comenzaba a tomar el control de su mente. —¿Qué ocurre con ellos?
—El ático es el lugar donde todo comenzó —respondió el hombre, su tono grave—. Allí se guarda lo que quedó atrás, lo que nunca debió salir. Y lo que más temo es que... que ahora, después de lo que ocurrió, sea demasiado tarde.
Antes de que Roxana pudiera hacer más preguntas, el hombre se levantó de un salto y caminó hacia la puerta, su expresión ahora reflejando una prisa frenética.
—¡Váyase de ahí, Roxana! ¡No regrese a esa casa! —exclamó, su voz llena de urgencia—. ¡Nadie debe estar cerca de esa casa! Si alguna vez decides venderla, asegúrate de que alguien más la compre y la destruya... ¡No dejes que nadie más quede atrapado ahí!
Con un último vistazo lleno de miedo, el hombre se fue, dejando a Roxana sola en su apartamento. El teléfono móvil comenzó a vibrar, pero al mirarlo, vio que no era una llamada o mensaje normal. La pantalla estaba mostrando un archivo de audio, titulado "Escucha lo que quedó atrás".
Dudó por un instante, la imagen del joven en la casa aún grabada en su mente, antes de presionar el botón de reproducción. Lo que siguió fue una respiración entrecortada, como si alguien estuviera observándola, seguido de la voz, suave y temblorosa, del joven de la casa.—Estás demasiado cerca, Roxana. No deberías haber venido. Pero ahora que lo has hecho, lo que quedó... lo reclama.
La respiración de Roxana se detuvo. Algo en su interior le decía que no había forma de escapar de lo que había comenzado. La casa de los Palmer no solo estaba construida con ladrillos y madera; estaba impregnada con algo más... algo mucho más antiguo y oscuro, esperando ser liberado.
El sonido de una puerta golpeando en la lejanía resonó en la quietud de la noche, como un recordatorio de que las presencias del pasado aún seguían acechando.
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