El unicornio de Fabiola
¿Todos sabemos que es un unicornio, cierto? Esos mágicos y hermosos seres cuya anatomía es similar a la de un potro salvaje, pero con una pequeña peculiaridad en su frente, nada más ni nada menos que un magnífico y largo cuerno el cual posee propiedades mágicas, pero no hay nada más alejado de la realidad, pues estos son seres oscuros y malignos, aberraciones de la naturaleza, monstruos horripilantes salidos de los más mórbidos confines de la creación, seres que disfrutan causar sufrimiento a otras especies y en algunos casos dentro de su misma especie.
Una hermosa y carismática criatura de largos cabellos castaños y blanca piel de porcelana, no se trata de otra sino la pequeña Fabiola Palacios, nacida en la cuna de una de las más acaudaladas familias de toda Venezuela.
La pequeña Fabiola solía jugar en un amplio jardín que yacía en la parte trasera de la gran casa familiar, ese jardín tan hermoso y lleno de flores que se extendía por hectáreas hasta terminar en un cercado al cual se le ha dicho millones de veces que por ningún motivo debe cruzar, no obstante a esto su curiosidad la ha llevado a explorar el bosque que se encuentra al otro lado del cercado adentrándola en fantásticas aventuras que solo un infante podría tener.
Pero ese día una sorpresa cambiaría por completo las reglas del juego, al entrar en el bosque y luego de caminar unos minutos, Fabiola logra escuchar el ruido de una rama romperse cerca de ella por lo cual decidió ir a investigar que causó aquel sonido, a medida que se acercaba lentamente al epicentro del ruido podía oír cascos impactar en el suelo, tras apartar unas cuantas ramas logró divisar un potro color gris ceniza que comía algo de hierba de un pequeño arbusto que allí yacía, encantada con aquella criatura Fabiola se acercó lentamente hasta posicionarse detrás de él, el animal se percató de la presencia de la niña y volvió su cabeza hacia ella mostrando un magnífico cuerno color blanco perla.
Maravillada con el aspecto del animal, Fabiola se acercó más y se dispuso acariciar al unicornio el cual a principio estando un poco nervioso se hizo a un lado, pero tras varios intentos de la niña finalmente cedió, las horas pasaron y Fabiola debía volver a casa así que acarició una última vez al animal y decidió volver a su hogar donde seguramente su familia la esperaba.
Llegó a su casa y el personal de servicio la recibió como de costumbre. Una de las mucamas llevó a la pequeña a tomar un baño, una gran tina con agua tibia y sus juguetes favoritos la esperaban. Emocionada, se metió en la tina y comenzó a jugar mientras la hermosa joven de servicio la bañaba.
La noche cubrió la casa de los Palacios en su manto y tras un día divertido y agotadora Fabiola debía ir a la cama para descansar, Lilibeth Palacios, madre de Fabiola, la acompañó y se acostaron juntas, arrullo a la pequeña tarareándole una canción para qué conciliará un sueño tranquilo, Lilibeth se iba a retirar de la habitación cuando Fabiola la sujeto por el brazo y le dijo que la amaba.
— Yo también te amo, princesa — sonrió y besó la frente de su hija, para luego irse ella a su habitación a unos metros.
Los días transcurrían y Fabiola seguía acudiendo al bosque a jugar con su inusual amigo.
Una tarde, Sofía, amiga de Fabiola, fue a la residencia Palacios. Lilibeth recibió a Sofía, la cual solo es meses mayor que su hija. Envió a la niña al patio de la casa diciéndole que allí encontraría a Fabiola, solo que la misma Fabiola ya le había dado instrucciones para que se adentrase en el bosque y llegase justo a donde ella estaría, Sofía llegó al punto de encuentro tras haber caminado durante varios minutos y efectivamente allí se encontraba Fabiola.
— Sofí, has llegado –exclamó Fabiola, corriendo a donde su mejor amiga y abrazándola.
— Sí, ¿para qué me has citado aquí? – preguntó educadamente Sofía y con un poco de curiosidad.
— ¡Quiero mostrarte algo maravilloso! –dijo muy emocionada y le toma de la mano a su mejor amiga para llevarla con ella.
— Es una criatura magnífica, acércate para que lo acaricies. – La invitó mientras acariciaba a su nuevo amigo.
Sofía se acercó un poco más, intentando divisar de lo que su amiga le hablaba. Unos arbustos le obstruían la vista. Luego de dar unos pasos al frente, lo pudo observar, una criatura majestuosa e imponente, la cual se encontraba postrada ante Fabiola descansando mientras esta lo acariciaba.
— Acércate, Sofí, acarícialo, vamos. — animándola a que se acerque.
— Sofía se acercó y extendió su mano, el animal se puso a la defensiva y con un relinchido se levantó sobre sus patas traseras, haciendo que la niña cayese al suelo.
Fabiola, al ver esto, intentó calmar al unicornio, pero este, en un intento por apartarla, clavó su cuerno en el cuello de la niña. La sangre bañaba el cuello de Fabiola, también salía sangre de su boca ahogando sus gritos
Gotas de sangre rodaban por el cuerno de la criatura y no tardaron en empapar su hocico, el solo olor de la sangre extasiaba al animal, sus pupilas se dilataron y sacudiendo su cabeza lanzó a Fabiola a tres metros de distancia, volvió la mirada a la agonizante niña y lentamente se acercó a ella, Fabiola horrorizada intentó alejarse, pero su cuerpo lastimado no se lo permitía.
El unicornio abrió el tórax de Fabiola y luego se dispuso a comer sus entrañas, al ver tan mórbida escena Sofía gritó con todas sus fuerzas, el animal volvió su mirada hacia Sofía la cual se encontraba en el suelo, del susto Sofía se orinó, extasiado por la mezcla de olores que causaban la sangre y la orina el unicornio corrió hacia Sofía la cual no pudo moverse, la criatura estaba a punto de atacar cuando un disparo sonó a lo lejos, alarmado el animal optó por huir.
Cinco sujetos armados llegaron a aquel lugar. Sofía suspiró aliviada al ver llegar a los trabajadores de la familia Palacios y se desmayó
Al despertarse se encontraba en su cama, estaba aliviada, pues pensó que todo había sido solo un mal sueño, así que se cambió de ropa y bajo las escaleras para ir a jugar con Fabiola, cuando estaba a punto de salir su madre la detuvo y le preguntó a donde se dirigía a lo que ella respondió que iría a jugar con Fabiola
La madre de Sofía la miró con una mezcla de ternura y dolor al decirle a su pequeña hija que su amiga había muerto tras haber sido atacada por un animal. Al escuchar esto, Sofía subió corriendo y se encerró en su habitación.
Esa noche, la madre de Sofía subió a la recámara para darle las buenas noches, tocó la puerta y no obtuvo respuesta alguna, tocó repetidas veces, incluso llamó al padre de la niña, pero este tampoco tuvo suerte al intentar hacer contacto. Preocupado, el padre de Sofía derribó la puerta de una patada; acto seguido sintió un fuerte apretón en su brazo junto con un grito de terror. Era su esposa que lloraba despavorida al ver el cadáver de Sofía colgado de una soga...
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