Las Sombras
La niebla era tan espesa aquella tarde que parecía un muro sólido, devorando el paisaje de la ciudad con su abrazo húmedo. Habíamos llegado a este rincón de Castellón hacía apenas unos días, y aunque nos habían advertido de los relatos que envolvían su historia, nunca imaginé que algo tan intangible pudiera sentirse tan real. Mi hermano David y yo caminábamos por la plaza, envueltos en nuestros abrigos, intentando ignorar la sensación persistente de que algo nos observaba. Nuestro destino era la biblioteca, el refugio de los curiosos como nosotros. Castellón era rico en historias, y yo quería conocerlas todas. David, aunque más escéptico, me seguía con resignada complicidad. —¿Crees en estas leyendas? —me preguntó mientras empujábamos la puerta de madera, vieja y rechinante. —Las leyendas son versiones distorsionadas de la verdad —respondí con una sonrisa—. Y estamos aquí para descubrir qué hay detrás. El bibliotecario, un anciano con el rostro surcado por el tiempo, nos re...