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Mostrando entradas de abril, 2025

El Eco de lo Perdido

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 La casa de los Palmer había sido testigo de innumerables vidas y tragedias. Nadie podría decir con certeza qué había ocurrido en aquellos muros, pero estaba claro que los ecos de su pasado nunca se habían ido. Y esa tarde, cuando Roxana dejó el lugar, algo se había movido, algo que no pertenecía al mundo de los vivos. Desde que el joven desapareció, la presencia de algo inexplicable parecía seguirla. Los días siguientes a su visita, Roxana no podía sacarse de la cabeza la imagen de aquel hombre, la tristeza en sus ojos y la inexplicable sensación de que, en algún momento, no todo había sido lo que parecía. ¿Realmente había visto al hijo del dueño? La idea de que alguien pudiera haberse hecho pasar por él la inquietaba, pero más que eso, la sensación de que algo estaba siguiendo sus pasos la aterrorizaba. Esa noche, mientras se acomodaba en su sofá, con la mente aún dando vueltas a la desconcertante visita, la puerta de su apartamento se golpeó con fuerza. Un estremecimiento rec...

Sobre mí...

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Después de la publicación de mi tercera novela Al de la Rosa. Detective de lo paranormal ,  muchos lectores me preguntaron si había tenido experiencias con el más allá o poseía algún tipo de don o talento sobrenatural; supongo que se referían a experiencias como poder hablar con fantasmas o que los objetos de mi casa se movieran.  He de aclarar que dicha novela trata mas de aventuras que de fantasmas, pero supongo que quienes me hicieron esa pregunta leyeron mi primera novela: Letargo,  que consta de veinte relatos de genero muy variado; uno de ellos, el único escrito en primera persona, habla de un fantasma:  Mi Cumpleaños.  Creo que se confundió esta historia ficticia, donde a la protagonista la visita el fantasma de su padre, con mi vida. Bueno, pues no soy yo la de la historia. Además no tengo nada en común con ese personaje, ya que ni conocí a mi abuelo, ni mi padre era motorista, ni nada por el estilo (Por cierto la historia está publicada en mi Blog: Mis ...

La Maldición de la Bruja.

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  La morada de mi abuela era una vivienda modesta, con solo tres dormitorios y un baño. El jardín en el centro de la casa era mi lugar favorito, con una fuente en el medio, rodeada de flores y pequeños insectos. Allí pasaba horas, sumida en la quietud, observando cómo las gotas de agua caían lentamente y cómo los insectos se deslizaban entre las hojas. Durante un festival municipal que mi abuela organizó, acudió todo el pueblo, y yo pasé las tardes jugando con los niños del lugar, conociendo a todos en el proceso. Mientras jugaba en el campo cerca de la casa de mi abuela, noté que una niña nos observaba desde la ventana de su habitación. Sonrió y me saludó, pero pronto desapareció. Lo que comenzó como una simple curiosidad se convirtió en algo inquietante. Durante varios días, la niña se asomaba por la ventana, observándonos en silencio. Un día, finalmente, le pregunté a un niño que jugaba cerca de la casa por qué la niña no salía a jugar con nosotros. Él me miró, desconcertado, y ...

Cazador de depredadores

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  Soy un cazador de depredadores en línea vigilante, y no puedo explicar las cosas extrañas que sucedieron anoche. Me desperté de un sobresalto en la cama mientras mi teléfono sonaba con un mensaje. —Hola, cariño. Hemos estado hablando lo suficiente, quiero conocerte ahora. Mi sangre se convirtió en hielo cuando leí el mensaje. Al igual que lo hace cada vez. Le envié un mensaje: —Hola, esta bien. Tengo muchas ganas de conocerte. ¿Dónde? Me senté en la cama y me froté los ojos para quitarme el sueño. No he dormido mucho últimamente. Realmente no he dormido mucho en el último año. Nunca me ha gustado la palabra "vigilante", pero supongo que eso es lo que eres cuando finges ser chicas preadolescentes en Internet. Hay docenas de grupos diferentes de nosotros, diseminados por todo Estados Unidos, que pasamos nuestro tiempo libre hablando y atrapando a los peores seres humanos de la tierra. El tipo de escoria que se aprovecha de los niños, tratando de obligarlos a hacer cosas horri...

Sombras del Metro.

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  — ¿Disculpe, es su teléfono? —preguntó la chica, sentada junto a él, mientras recogía su cabello con un gesto mecánico. Su mirada se desvió hacia el suelo del vagón, un lugar sucio, vacío, donde el olor nauseabundo casi era palpable, una mezcla de humedad estancada y algo más... algo podrido. El joven desvió la mirada hacia el sitio señalado por la desconocida, y sus dedos se extendieron hacia un viejo teléfono celular abandonado. Al levantarlo, cuando volvió a mirar, la chica había desaparecido. Confuso, sacudió la cabeza y miró el dispositivo con cautela, preguntándose si acaso lo había soñado todo. Pero algo extraño le esperaba en la pantalla del teléfono: una fotografía del vagón donde se encontraba, tomada desde un ángulo que no recordaba haber visto. Y lo más inquietante, en la foto aparecía él, con la misma ropa que llevaba ese día. Junto a la imagen, otro archivo: un archivo de audio. — ¿Qué hace una foto mía en un teléfono que jamás he visto? —pensó, sintiendo un es...

El Último Autobús.

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Julia cruzó corriendo la carretera hacia el autobús que estaba detenido en la parada, temiendo que arrancara en cualquier momento y tuviera que recorrer a pie los kilómetros que la separaban de su destino, pues nunca le había gustado volver a casa caminando sola y menos en una ciudad sin ley como aquella. —¡Espere! —gritó, agitando los brazos desesperadamente. Llegó jadeando a la puerta del vehículo. El conductor la miró con una expresión indescifrable. —Por poco... —balbuceó Julia, subiendo los escalones—. Creí que lo perdería. Es el último de la noche y si no lo alcanzaba, no sé cómo habría llegado a casa. Una sonrisa extraña se dibujó en el rostro del hombre al volante. —Tranquila, la he visto venir y no pensaba irme sin usted —respondió con un tono ambiguo que hizo que Julia se estremeciera. La joven buscó asiento, notando con extrañeza que era la única pasajera. Mientras avanzaban, Julia observó cómo las familiares calles de la ciudad comenzaban a desdibujarse, engullidas por una ...

La Caza de Aileen.

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 La noche había caído hacía varias horas. Lejos de la tranquilidad que eso le proporcionaba normalmente, Aileen estaba intranquila. Hacia más de veinte minutos que había cerrado el bar en el que trabajaba. El último grupo de moteros se habían alejado en sus Harley Davidson dejándola sola para recoger los botellines de cerveza, cerrar caja, barrer y fregar. Para colmo, su pequeño e inútil escarabajo del '69 ni siquiera quiso arrancar, por lo que caminaba en la oscuridad apenas iluminada por las farolas que todavía no se habían fundido en aquella estrecha y abandonada calle. Frustrada consigo misma por no coger el abrigo del interior de su coche, y negándose a dar media vuelta, se abrazó a si misma tratando de darse calor frotándose ambos brazos con fuerza. Era evidente que un día más, la vida no le sonreía. Podría morir congelada en mitad de aquellas callejuelas y nadie se daría cuenta. Nadie la extrañaría. ​​​​Viviendo en Alba Iulia, la capital del distrito de Alba, en Transilvania...

EL ÚLTIMO PASAJERO

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Eran las 11:45 p.m. cuando Isabel abordó el último autobús de la noche. El cansancio de la jornada laboral pesaba en sus hombros, y las luces parpadeantes del vehículo apenas iluminaban su rostro pálido. Se dejó caer en el último asiento, pegada a la ventana. Fuera, la ciudad dormía, cubierta por una densa niebla que hacía difícil distinguir las calles. El autobús estaba casi vacío. Solo quedaban tres pasajeros: una mujer de cabello desaliñado que miraba al frente sin pestañear, un hombre de traje con el rostro oculto por un sombrero y un adolescente escuchando música con auriculares enormes. El conductor, un hombre mayor de expresión seria, conducía en silencio, como si formara parte del paisaje de sombras. A medida que avanzaban por calles desiertas, Isabel comenzó a sentir algo raro en el ambiente. El aire dentro del autobús se volvía más frío, y el vaho en la ventana parecía moverse de manera extraña, como si alguien lo estuviera manipulando desde fuera. Nerviosa, desvió la mirada ...

Un Suspiro.

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 Lo último que escuché fue el portazo, que aún resuena en mi cabeza, repetido y con ecos de tristeza. Habíamos discutido por una tontería, es lo que tiene diez años de convivencia, de conocer hasta el último recodo de la mente del compañero, y un embarazo complicado. Pasaba el día de mal humor, arrastrando los pies de la cama al sofá, con mi barriga inmensa, con ardor de estómago y unas ganas tremendas de parir de una vez.  Puede que no pusieras la tapa al tubo de pasta de dientes, o que no fregaras los cacharros de la cena. Cualquier cosa era motivo para discutir, para elevar la voz, para recriminarte siempre lo mismo. Tú agachabas la cabeza, aguantando el chaparrón, hasta ese día.  De tu boca salieron palabras cargadas de intención, recubiertas de veneno y te marchaste, dejándome con la palabra entre los labios y ganas de abofetear tu cara. Pasé el día leyendo una novela carente de sentido, intentando entrar en ella sin conseguirlo. Mi cabeza daba vueltas a la idea de p...

El Ritual Fallido.

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 El frío viento de octubre se enroscó en sus piernas y se instaló en sus huesos mientras regresaba a su casa desde el trabajo. La noche le parecía más oscura que de costumbre, pero ni siquiera eso logró sacarla del estado hipnótico en el que la había sumergido el rítmico sonido de sus pasos sobre la acera. Últimamente, nada parecía llamar su atención. Los días le parecían grises y las noches melancólicas desde que había perdido a su esposo hacía ya tres meses, justo después de haberse dado el “sí” frente al altar. Clare lanzó una maldición al sentir la bofetada en su mejilla que logró sacarla de su ensimismamiento. Se llevó la mano al rostro y descubrió que solo se trataba de un anuncio publicitario. —Estúpido volante —gruñó, antes de estrujarlo entre sus manos. Lo arrojó con furia hacia el suelo, pero el viento se encargó de regresarlo con más fuerza y rapidez de lo que su cuerpo le permitió reaccionar. El molesto papel se pegó a su pecho e hizo el intento de tirarlo de nuevo, per...